Recientemente me ha ocurrido un hecho que debía escribir para poder realizar una reflexión correcta de la situación. Como sabéis, mirando la columna de la derecha, soy estudiante de pedagogía y los estudiantes tienen profesores; unos increíbles, otros no tan buenos.

Aquí entro yo y mi frustración. La contradicción se encuentra en la propia aula del educador – también podríamos llamarlo formador o mejor no llamarlo nada –. ¿Acaso no desmotiva que ocurra esto? Ciertamente me cabrean este tipo de situaciones, estas actitudes. Persona que defiende con capa y espada la inclusividad y mantiene de forma oscura o quizás no tan explícita para el público el hecho de querer ser únicamente elogiada con comentarios superficiales. Dejando a un lado lo antes ya descrito: la individualidad del alumnado a la hora de afrontar una asignatura, la obligación del docente en la labor de motivar al alumno, la neutralidad en su comportamiento respecto a la clase, etc. decir tengo que la contradicción que he encontrado en el aula me ha despertado de mi perspectiva idílica del docente respecto al discente.
Muchas palabras que al final evocan en nada. Y sí, supongo que es mi deber seguir esforzándome por encontrar una estabilidad entre lo ideal y lo real. Sea la carrera que sea, siempre me doy un buen golpe contra el muro.