En el año 1623 un inversor llegó a pagar por un bulbo de tulipán 1.000 florines neerlandeses, cuando el salario medio de la época apenas era de 150. Los Países Bajos vivieron un periodo de euforia especulativa con un curioso protagonista: los tulipanes, unas flores que se convirtieron en objeto de ostentación y símbolo de riqueza. Un periodista escocés llamado Charles Mackay escribió en el año 1841 un libro contando lo que muchos consideran el primer fenómeno especulativo de masas del que se tiene noticia y lo tituló Memorias de extraordinarias ilusiones y de la locura de las multitudes. En él acreditó la existencia del primer mercado de futuros de la economía globalizada, el de la fiebre por los tulipanes: los inversores, debido al alza de sus precios, compraron grandes cantidades de bulbos aún no recolectados, en un fenómeno que se denominó el negocio del aire.