Todo en Ortega y Gasset es perspectiva histórica. La realidad humana no se puede entender si no es a través de la historia. La historia es el método, el camino hacia el conocimiento del ser humano. La experiencia histórica es el punto de referencia de nuestra actuación, y no para someternos a ella, sino para evitarla. Aquí podemos aludir a la famosa frase de Santayana: “el que no conoce la historia está obligado a repetirla”. El hombre se va haciendo a costa de sus fracasos y éxitos y se manifiesta como el único ser de la naturaleza que se niega a permanecer como ente acabado, terminado. “El hombre no tiene naturaleza, tiene historia.” Muchos críticos tienen la impresión de no encontrarse ante un pensamiento original, y el mismo autor lo advierte. Sin embargo, Ortega es un gran conocedor del pensamiento que le precede y su mérito está en saber clarificar y enriquecer las pautas marcadas.
Somos lo que hemos hecho y lo que nos han hecho. Somos nuestro pasado. En la obra de Ortega el hombre es concebido como apertura, apertura temporal. El presente implica el pasado y el futuro, este futuro implica el pasado y el presente, lo cual quiere decir que el margen de libertad se ve complicado por la fatalidad que arrastre consigo. Para definir al hombre lo único que podemos hacer es narrarlo. El hombre vive y por tanto, para comprender lo humano, es preciso contar una historia. Esta historia, siendo ciencia del pasado, es ciencia del presente. Pues el pasado como pasado ya no existe. Si hay pasado es porque ese pasado forma parte de nuestro presente. Ese pasado constituye para el hombre un elemento de fatalidad, una línea fija y preestablecida que limita la ilimitada plasticidad de la que disponemos. Las circunstancias condicionan el quehacer mundano y el quehacer histórico. Resulta, pues, que para vivir en el presente desde el porvenir es preciso apoyarse en el pasado. El progreso exige que esta nueva forma supere la anterior, y para superarla, la conserve y aproveche, que se apoye en ella. Para cada generación el vivir consiste en recibir lo vivido por lo antecedente y la de pensar y sentir su propio presente. El pasado es su porqué como el futuro es su para qué.
La vida humana es un ser que consiste en lo que va a ser y, por lo tanto, en lo que aún no es. Es un gerundio que ha de irse conjugando con un proyecto o vocación determinados. Es un constante decidir y un constante acertar. Razón por la cual Ortega llama a la vida preocupación. Preocuparse por algo es hacerse muy en serio cuestión de ello. El despreocupado lo único que hace es suplantar su vocación por las corrientes sociales. Es por eso que la vida es una operación que se hace hacia delante, se vive desde el porvenir. El ir hacia delante no implica que esté prohibido volver la mirada hacia atrás. Para vivir el presente, es preciso apoyarse en el pasado. Al vivir nos encontramos entre las cosas y los hombres. Esos hombres tienen ya una interpretación de la vida, unas convicciones vigentes. Ese pensamiento, inmediatamente entra a formar parte de nuestra circunstancia. Desde que nacemos, ejecutamos un esfuerzo constante de absorción: ya sea en la convivencia familiar como en la escuela, el grupo de iguales,… En suma, la idea del mundo, es la idea dominante del tiempo en el que se vive. Está condenado al “pensamiento de su época”.
¿Qué haremos cuando se nos presente ambiguo el mundo? Nos pondremos a pensar. Hemos caído en la duda. Las ideas nacen de la duda y se instalan en nosotros. Son ideas elaboradas por nosotros mismos. Así pues, el pasado no puede responder a todas las preguntas que se pueden realizar en la vida del ser humano. Cuando se encuentren situaciones irresolubles con las herramientas o conocimiento que se tengan, empezaremos un proceso de cognición que, como hemos dicho, comienza con la duda y termina por la consolidación de una nueva creencia, la cual responderá a nuestra necesidad. El hombre es constitutivamente un heredero de ideas y creencias. Volver la espalda al pasado sería retroceder. Al pensar no se encuentra sólo uno mismo, sino todo el pasado humano junto a él. No obstante, no se trata de una mera transmisión de capital heredado, no sólo se aumentan las riquezas, además se transforman, pueden llegar a.
Una de las grandes pasiones de Ortega era educar al pueblo español, analizar su contexto para así poder crear actividades y proyectos de reforma sociopolíticas del propio país. Tenía como objetivo situar a España a la altura cultural de Europa. Debido a su contexto familiar, dedicado a las letras y a la crítica social y debido también a su nefasta y chabacana, como él la califica, enseñanza en la universidad, se preocupa por inculcar a través de distintos medios de difusión ideas pedagógicas que hagan avanzar la situación precaria en la que se encontraba su nación. No en vano tuvo que viajar a países como Alemania para formarse de manera profunda en temas filosóficos. El pensamiento de Ortega presenta un dinamismo por la búsqueda incesante de soluciones: teóricas y de intervención.
Influenciado por el neokantismo, Gasset ve al hombre como realidad cultural que se construye en base a unos ideales, a un comportamiento de normas, en base a unos valores universales. España, anclada en los particularismos, debe adoptar una nueva postura, debe, sin lugar a dudas para salir de su problemática, hacer una reforma cultural. Es en el proceso de alcanzar esa transformación cultural donde Ortega sitúa a la educación. ¿Qué es educación? Es la acción de convertir una cosa en otra mejor. Es el conjunto de actos humanos que tienden a transformar la realidad dada en el sentido de un ideal, de un futuro que modifique los problemas existentes. Para ello es esencial hallar los medios mediante los cuales se consiga direccionar al educando en dirección al ideal. Se trata, sin lugar a dudas, de una transformación del “es” al “debe ser” de la persona. Cabe preguntarse, ¿qué ideal es ese?
El ideal de hombre, es el productor de cultura, el ser capaz de atender a su individualidad y además contribuir a los demás. Así pues, el pedagogo se halla frente a un tejido social, no frente a un individuo. Hay que aclarar que cuando Ortega hace referencia a productor cultural, se refiere en grandes rasgos a aquella persona capaz de producir cosas, de realizar trabajos. Los productos forman la cultura y a través de la competencia de un marco global en vez de individual la cantidad y la calidad de los mismos aumentarán. Es a través de la cooperación como se puede reconstruir un nuevo marco social para España. El pedagogo es, pues, el encargado de fomentar ese pensamiento, a saber, realización cultural del hombre en cuento miembro de un todo social.
Es gracias a la fenomenología que Ortega vuelve a hacer una meditación de la perspectiva de la educación y observa que la cultura consiste en vivir la vida con plenitud. Con esto se refiere a que no se puede transformar únicamente el pensamiento a través de un ideal, sino que, además de tener un objetivo pensado, uno debe contar con las energías, la forma de vivir, que existen. Sólo a partir de ellas se puede lograr un cambio. Esos ideales, también deben ser reflexionados. Si la educación es educación para la vida, uno debe optar por saber qué cosas son esenciales para la misma. No hay que dejar a un niño a su libre desarrollo, hay que guiarlo hasta el incremento de su poder vital. Se debe fomentar la curiosidad, el amor y el odio, la agilidad intelectual, la confianza en sí mismo, la imaginación, la memoria, etc. Con estos rasgos, básicos en toda persona, el hombre no se sentirá ilimitado, crecerá, reflexionará, creará ideas y con ellas transformación del pensamiento de la época que le precede.
El individuo tiene ilimitadas posibilidades de ser una personalidad u otra. No obstante, esa ilimitación se ve coaccionada por culpa de la circunstancia de la persona. La libertad se ve limitada por la cultura. Es este el motivo por el cual uno debe ponerse en contra de la cultura en la que se encuentra y desafiarla. Sólo de ese modo se viaja a nuevas configuraciones culturales. Uno debe partir de la cultura y aceptar que no puede ser de otra forma, debe beber de ella, pero además analizarla críticamente observando si ésta es satisfactoria. Así pues las instituciones deben ser dinámicas, deben responder a la libertad, la democracia y la modernidad. En ningún caso ser unas simples transmisoras de lo descrito ya como el “pensamiento de la época”.
El principio regulador de la enseñanza tiene que ser un principio basado en la economía. El hombre para vivir debe aprender una cantidad de conocimientos gigantesco y, sin embargo, tiene una capacidad limitada para aprenderlos. Luego, la pedagogía debe encargarse de seleccionar aquellos datos básicos en el aprendizaje de un ser vital perfecto. Se les debe enseñar lo que se requiera para vivir << a la altura de su tiempo>> y que los contenidos los aprenda con holgura y plenitud. Es importante remarcar que cuando se habla de a la altura de su tiempo, debemos tener en cuenta el nivel al que se refiere Ortega. No se trata de aprender las operaciones de matemáticas básicas para llevar al día las cuentas de la casa, sino de aprender el conocimiento que te convierta en una persona crítica ante la sociedad en la que uno se encuentra. Del hombre medio debe salir un hombre culto.
Criticado por muchos docentes y alabado por muchos estudiantes, Ortega es considerado en algunas ocasiones, un Sócrates de nuestro tiempo. Era capaz de dramatizar las situaciones, alcanzar conclusiones inesperadas y mantener el interés de los estudiantes que lo escuchaban. Sugiere posturas, crea encrucijadas y contradicciones en el pensamiento, es un creador de senderos. En sus discursos, utilizaba hechos cotidianos, hechos que afectaban a la vida concreta para sacar conclusiones significativas. Se trataba, según Ortega, de iniciar el camino para que el discente llegara por sí mismo a la nueva verdad, si es que deseaba hacerlo.
El hombre es un ser temporal condicionado por su pasado, ilimitado y limitado a la vez. Puede despreocuparse y dejarse llevar por las preocupaciones que la sociedad le inculca o puede, a través de la educación, transformar el pensamiento de la época que le ha sido heredado. Puede ser un transformador de cultura, avivando su curiosidad, cayendo en la duda y convirtiéndola en idea. El hombre debe ser consciente de los errores de su cultura para así, a través de la formación basada en la iniciación, en la libertad y la democracia, llegar a la modificación de la cultura. Como bien dice Ortega, la idea necesita la crítica como el pulmón del oxígeno. Y sí, el problema en España es un problema educativo.
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