La banalidad de la vida

Las palabras vacías rondan día tras día por nuestras vidas. Corremos de ellas, muchos de nosotros, pero al parar para coger aire nos vemos envueltos en más palabras, a un nivel más profundo.

Luchar contra la banalidad supone romper con todo lo socialmente establecido y, desgraciadamente, sólo unos pocos sobreviven a estas guerras psicológicas. La mayoría, nos quedamos en combatientes que deben hacer creeer al otro bando que se han convertido. En ese hacer creer, caemos en el juego de las palabras vacías, quedándonos atrapados, de nuevo, en la banalidad de la vida.

¿Qué se supon e debemos hacer? Crear.

Estamos en la obligación de crear una realidad distinta, incorporando banalidad e intelectualidad. Aumentando el grado del segundo ingrediente siempre que podamos. La creación no sucumbe a la banalidad y con ello, el creador.

Del Domesticar

Leyendo al Principito, me pregunté por el domesticar.

Domesticar es hacer especial a algo que en realidad existe cien mil veces. Algo que es semajante a otro algo, cuyo interés no existe. Si uno domestica al otro, se encuentra ante una nueva situación. Si uno domestica al otro, quiere decir que necesita al otro, lo convierte en único en el mundo.

El hacer especial a alguien, domesticándolo, lo llenará de alegría. El sol iluminará su habitación por las mañanas y despertará con entusiasmo. Se sentirá único en el mundo y deseará siempre quererte.

El domesticador deberá perder mucho tiempo en domesticar. El domesticado perderá mucho tiempo en adquirir esa naturaleza. Y, durante este palso de ir dando y recibiendo, se conocerá la verdad de los dos seres que se están haciendo únicos en el mundo. Se conocerán más allá de cualquier superficialidad. Transcurirá dicho tiempo y domesticador y domesticado pasarán maravillosas horas juntos, hasta que alguno de los dos desee, por hastío, cansancio o aburrimiento, cambiar el rol que hasta ahora tenía o modificar al compañero.

Domesticar es una tarea complicada. En muchas ocasiones causa dolor a los implicados, pero al final, aún perdiendo cualquier contacto con nuestra otra parte, conseguimos reconocer que en el hecho de domesticar o ser domesticados aprendemos valiosas lecciones. Del otro adquirimos secretos para seguir avanzando por la vida.

Aunque ésto, no nos impedirá llorar.

De la utilidad de poseer las cosas

Uno puede poseer algo, digamosle flor, digamosle animal. Esa cosa poseída, que también puede ser un ser humano, es beneficiada en algún aspecto por ser de alguien. Consique que la rieguen, consique que lo alimenten, consigue que le den amor.
You’re lost!
Sin embargo, existen cosas que se desean poser y que no recibe beneficio alguno al ser poseída. Entonces, ¿cuál es la razón de su posesión? La queremos para darnos un placer propio. Pero, si la cosa deseada no puede beneficiarse de nuestra posesión, ¿cómo nos beneficiamos nosotros de ser poseídos por esa cosa?
Porque no hay que olvidar que en esta segunda clase de cosas, nosotros somos los poseídos y no los poseedores.
Jessica Prades.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies